google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: abril 2015

lunes, 27 de abril de 2015

26 DE ABRIL. PINARES PIÑONEROS DEL ALTO ALBERCHE.


Hoy vamos a caminar por una mancha de pinos piñoneros autóctona, que se extiende por las provincias de Ávila, Madrid y Toledo...




El día ha amanecido claro, con algunas nubes dispersas en el cielo. La temperatura es muy agradable. Viendo la panorámica que dibuja el monte, creo que el día promete... Va a ser muy interesante.




Las laderas, cubiertas por grandes pinos piñoneros, acompañados por otras especies mediterráneas, son el hábitat de una fauna característica muy interesante. Por su valor ecológico y por el número de especies de aves, algunas de ellas muy escasas a nivel mundial, fue catalogada la zona en 1990 como Zepa, Zona de Especial Protección para las Aves.




De un punto del pinar sale un águila imperial ibérica madura. Vuela en círculo donde estoy, y se eleva como una cometa hasta que se pierde en el cielo... Ahora hay que andar con mucho cuidado por el monte, pues la mayoría de las especies están criando. Si vemos un nido grande de una rapaz en un árbol, con no hacer ruido y alejarse, es suficiente para no molestar a sus inquilinos.




Estos pinares están ordenados y gestionados desde hace bastante tiempo. Anualmente se cogen muchas toneladas de piñas para la producción de piñones, y se cortan los grandes pinos maderables, cuando su madera tiene la calidad deseada. Los grandes ejemplares que no son maderables, se quedan en el monte, produciendo piñas y oxígeno, y eliminando gases de efecto invernadero... Y engrandeciendo el ambiente natural.




Las jaras estepas abren ahora sus rosadas flores, muy atractivas para los variados insectos... Cuando caigan los pétalos, serán un valioso recurso para los grandes herbívoros.




Según me contó un guarda forestal hace tiempo, en estos montes se mataban anualmente unos noventa mil conejos, antes de que llegara la neumonía vírica hemorrágica, a mediados de los año 80. En la actualidad el conejo de monte es muy escaso en estos pinares. Esta enfermedad ha traído muy malas consecuencias para todos los carnívoros de la zona, en especial para las rapaces amenazadas, como el águila imperial ibérica, el águila perdicera, el águila real, el búho real y el buitre negro.




En las zonas donde se asientan estos importantes pinares, los suelos apenas existen o no son muy profundos. Aquí, apenas hay acuíferos. Sólo hay que ver la orografía del terreno, donde apenas hay arroyos y fuentes. Los grandes árboles tiene que soportar largos periodos de sequía durante el año. Aunque son árboles que han evolucionado en la zona con el clima, las sequías que están soportando en los últimos veinticinco años, han acabado con la vida de muchos ejemplares.




En muchas zonas, se ve como la mano del hombre ha modificado el monte, en favor de la especie con mayor rendimiento económico. En esta panorámica vemos como los pinos piñoneros ocupan las mejores zonas. Los enebros, encinas, arces, alcornoques y madroños, ocupan las áreas con peores y escasos suelos, hasta donde llegan también los pinos.




Posada en una peña de la cresta de la sierra, observo al macho de águila real. Está inmóvil. Desde ahí lo ve todo, y me está viendo... Cerca, en un pequeño farallón, está uno de los nidos de la pareja. Posiblemente en él, esté la hembra calentando uno o dos huevos. El tiempo lo dirá...




Entre los grandes pinos se ven las aguas azules del embalse de San Juan. Aunque aquí no hay mar, esta imagen les puede parecer familiar a las personas que viven en Mallorca, Ibiza, La Costa Brava...




En esta zona de la ladera vemos una pequeña muestra de como era el monte original. Un bosque mediterráneo mixto, en el que la especie predominante y potencial es el pino piñonero.




En los grandes risco y farallones que hay en las sierras, se asientan algunas de las históricas buitreras que aguantaron y soportaron el exterminio de la especie en Madrid. En los años setenta y ochenta, había que venir hasta aquí para ver este espectáculo... Ahora, afortunadamente, la silueta del elegante buitre leonado se ve por toda la Comunidad... Aunque todavía no es todo lo abundante que debiera.




En las zonas más húmedas, donde menos incide el sol y en el pasado el fuego pegó menos, aparecen grandes alcornoques dispersos entre los grandes pinos. En sus densas cortezas podemos ver la huella del fuego que pasó por aquí...




En la actualidad, los grandes pinos que no tienen un valor importante para madera, se respetan y se dejan el monte para la producción de fruto. Estos legendarios seres vivos, tienen más valor ecológico-económico en el monte, que en el aserradero.




En un manantial que medra a la vera de unas zarzas, muchos pájaros de la zona se acercan para beber y bañarse. Un elegante macho de verderón, con el plumaje de la primavera, se posa en rama caída de una encina. Paso a paso la recorre hasta llegar al agua.




Caminando entre los grandes pinos, la figura de una persona es algo casi insignificante...




La tarde se va dejando sentir en el valle... Las nubes han cubierto por completo el cielo. Cada vez se van poniendo más oscuras. El canto de los mirlos y los zorzales charlos, se va haciendo monótono... Pero agradable.




Posado e inmóvil en lo alto de una peña, descubro a un cuervo. Después de hacerle unas fotografías, me doy cuenta que cerca se encuentra el nido, donde está la hembra incubando los huevos.




En una zona de la ladera que cae al río, paso junto a dos grandes madroños. Aquí habita la única y escasa "mancha" de madroños que queda en Madrid. Son ejemplares grandes, con forma de árbol, que viven entre las encinas, enebros y los grandes pinos piñoneros.




Como un duende, una corza aparece entre los arbustos y los árboles. Se alimenta con el pasto nuevo y nutritivo de la primavera. Pronto, en una zona tranquila del monte, parirá uno o dos corcinos.




El día se va con las últimas luces de la tarde... Contemplando el panorama salvaje del valle, entre los cantos de los mirlos y los zorzales, resuena el canto del búho real...


lunes, 20 de abril de 2015

LA CASA DE CAMPO





La Casa de Campo, con una extensión de 1722 hectáreas, es el mayor parque público que tiene la ciudad de Madrid, y uno de los más grandes del mundo.

Fue propiedad de la familia Vargas hasta 1559, cuando es comprada por Felipe II, pasando a formar parte de Los Reales Montes de El Pardo.

A mediados del siglo XVIII, reinando Fernando VI, Los Reales Montes de El Pardo se cierran con una tapia de mampostería y ladrillo, de dos metros de altura y unos cien kilómetros de perímetro, para impedir que los ciervos, gamos y conejos causaran daños a los cultivos...

Durante el reinado de Alfonso XII se construye el actual lago. A lo largo del siglo XX se van a construir una serie de infraestructuras públicas, equipaciones deportivas y de ocio, e instalaciones para la celebración de congresos y exposiciones, que le van a afectar y a influir de forma muy impactante...

A pesar de todos los impactos, transformaciones y ocupaciones que ha tenido y tiene este interesante parque metropolitano, podemos encontrarnos con enormes encinas de más de trescientos años de edad, y con fresnos, robles y pinos de considerable tamaño... En cuanto a la fauna, podemos ver sobre sus cielos a rapaces tan importantes como el águila imperial ibérica y el buitre negro, y una gran variedad de especies también muy interesantes, como el conejo de monte, el zorro, el pito real, el mochuelo...


lunes, 13 de abril de 2015

LA DEHESA NUEVA DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES.


La Dehesa Nueva o Boyal, tiene una extensión de 232 hectáreas. Está cubierta principalmente de encinas, con quejigos, perales silvestres, sauces y álamos en el arroyo, y pinos piñoneros y negrales que se sembraron en los años sesenta del pasado siglo. Perteneció a la villa de Madrid hasta 1493, año en el que es cedida al nuevo municipio de San Sebastián de los Reyes. Quinientos años después, vamos a dar un paseo entre sus encinas...




El día llega con nubes y con temperaturas templadas muy agradables. El cauce del arroyo está seco, pues el invierno apenas ha tenido precipitaciones, y la primavera parece que no va a ser muy lluviosa.




Por el camino se cruzan conejos y pequeños gazapos, que se meten muy rápido en las bocas. Afortunadamente se van recuperando de las enfermedades, y vuelven a ser comunes en la dehesa. 




El arroyo que atraviesa el monte es de curso estacional. Sólo lleva agua los inviernos lluviosos o los días de tormenta. El resto del año va seco.




Hace unas horas los jabalíes han pasado por aquí. Han dejado su característica firma, sus hozaduras en el suelo blando. Allí donde huelen algo, que les puede servir de alimento, meten el hocico y levantan el suelo como un arado.




Sin apenas suelo, devorado por la erosión del arroyo, la encina aguanta las adversidades. Se aferra a la vida para continuar existiendo.




Sobre el tronco áspero de un chopo negro, observo a un agateador común.  Entra y sale de un hueco que hay en la corteza...




La dehesa está cubierta por encinas jóvenes en su mayoría, y por encinas de unos doscientos años en muchas zonas. En el siglo pasado aguanto talas, podas abusivas y una sobrecarga ganadera que a punto estuvo de hacerla desaparecer. En los últimos cuarenta años ha tenido una recuperación muy notable.
Por su situación geográfica y sus valores ambientales, entró a formar parte del Parque Regional de La Cuenca Alta del Río Manzanares, con la Figura A2, Reserva Natural Educativa. Posteriormente, este parque se declaró Reserva de La Biosfera.




La bajada de las precipitaciones en los últimos veinticinco años, se está dejando sentir mucho en la dehesa. Por donde paso ahora, en 1985 había un pequeño bosquete de grandes álamos blancos.




Posada en la rama alta de un álamo blanco, observo a la hembra del pico picapinos. En la parte media del árbol, está el macho terminando de hacer el nido. Ya le queda poco. Dentro de un mes, nueva vida se fluirá dentro del árbol...




En los últimos treinta años, esta importante masa forestal soporta un exceso de público muy considerable... Personas que vienen a hacer deporte, a pasear a recrearse, que no inciden negativamente en el medio natural. También vienen personas con la bicicleta de montaña, que se meten por donde no deben y han creado una serie de vías ilegales por donde pasa ahora todo el mundo; mucha gente que viene con los perros sueltos, y molestan o matan a las especies silvestres; caza furtiva... Demasiadas agresiones para un espacio forestal público.




Los espinos blancos que acompañan a las grandes encinas, se van cubriendo de hojas. La primavera le va ganando el tiempo al invierno... En esta zona son comunes las aves insectívoras, que llenan todo el espacio con sus elegantes cantos.




En las zonas donde el bosque mediterráneo "vuelve a sus orígenes", podemos ver como está estructurado... Un bosque de grandes árboles, donde habitan árboles más jóvenes y los arbustos son nobles (dan fruto) y escasos. En esta dehesa nunca ha habido jara pringosas.




Al pasar cerca de una encina, escucho un murmullo de gorriones morunos. Al acercarme, veo a unos diez gorriones alrededor de un nido de urraca. Al verme se van a la encina de al lado. Desde el suelo observo detenidamente el nido de urraca, y veo la silueta de la cabeza de un búho chico, que me observa a través de los palos del nido.




A lo largo de la primavera el monte mediterráneo se expresa en todo su esplendor. Las temperaturas son suaves, el agua no falta en los arroyos y las fuentes, y la vida se manifiesta por todas partes. Es la época del año "más fácil" para el naturalista de campo.




Cerca del arroyo la vegetación se muestra más densa y más espléndida en especies. Aquí se localizan los escasos ejemplares de endrinos más meridionales de Madrid. Otro bioindicador que nos dice que algo empezó a cambiar hace tiempo, o está cambiando.




En un pequeño manantial del arroyo, observo a varios pájaros entrar y salir. Oculto entre unas matas de encina y la red de camuflaje, aguardo durante una hora... En ese tiempo entran a beber y a bañarse varios ejemplares de carbonero y herrerillo común, una curruca capirotada, varios pinzones comunes, dos jilgueros... Sobre la rama seca de un sauce, fotografío a un elegante carbonero común.




Los pastos que producen los encinares sobre arenas, son muy finos y muy nutritivos para la ganadería y la fauna. Siempre he oído decir a los ganaderos tradicionales, que más engorda una vaca lamiendo el pasto fino de la dehesa, que comiendo la hierba alta de la ribera. Estos pastos son los que construyen las grandes cornamentas de los ciervos y los gamos, cuando las lluvias de la primavera los mantienen hasta entrado el mes de julio.




Las escasas precipitaciones caídas a lo largo de las estaciones, las sequía prologadas y encadenadas, la contaminación atmosférica, la lluvia ácida, las podas brutales del pasado... Cada año van matando a las viejas y grandes encinas de nuestros montes. Con el paso del tiempo se recortan en la dehesa como árboles "posmodernos", que parece que no tienen vida. Como si quisieran contarnos como eran cuando estaban cubiertas de hojas... Que siguen ahí, creando vida para otros seres vivos, entre los huecos de sus troncos y sus grandes ramas. En ellos viven y crían mochuelos, autillos, carboneros comunes, herrerillos comunes y capuchinos, agateadores, gorriones molineros, picos picapinos, pitos reales, torcecuellos, abubillas, lirones caretos, ratones de campo, comadrejas, lagartos ocelados, lagartijas colilargas y cenicientas, salamanquesas, mariposas, escarabajos carpinteros... Y unos cuantos más. De ahí su importancia como hábitat para otras especies, y su papel estético, paisajístico y ambiental, dentro del ecosistema mediterráneo.




Al pasar cerca de una boca (de una madriguera), veo a un rápido lagarto ocelado que se pierde dentro de ella. A unos cinco metros, oculto e inmóvil entre unas matas de encina le aguardo... Al rato, asoma la cabeza observando bien el panorama. Poco a poco, va sacando su enorme cuerpo. Es un buen ejemplar, de unos 80 centímetros. Después de hacerle unas cuantas fotografías, le dejo en la puerta de su casa.




Desgraciadamente para todos, los incendios intencionados también han pasado por aquí. En un periodo de veinte años, se produjeron en la dehesa unos seis incendios intencionados. En uno de ellos, la guardia civil y los guardas forestales cogieron a los causantes.
Quince años después del incendio, estas siguen siendo las consecuencias. ¡Los que hoy vemos esta fotografía, nunca veremos en esta zona un monte alto de encinas! Porque para verlo, tienen que pasar doscientos años...




Después del invierno frío y seco que hemos pasado, las escasas lluvias de la primavera han dado vida a las herbáceas de la dehesa. Las encinas y las matas se ven mas verdes.




En ciertas zonas, donde las grandes encinas predominan, los arbustos y los árboles jóvenes son escasos. Estas zonas, con el tiempo corren el peligro de deforestarse, al ir muriendo las encinas de "forma natural", y no haber árboles jóvenes que las sustituyan. Este es el principal mal que tienen la mayoría de las dehesas ibéricas hoy día.




En una zona poco transitada por la gente, al moverme entre la vegetación escucho un ruido. Me paro bajo una mata y observo... Al rato, veo entre las encinas y las grandes matas a dos hembras de jabalí, con unos doce rayones. No hay forma de hacerles una fotografía "limpia", pues no salen de las matas. Pero yo sigo apretando el disparador...




De pronto, una de las hembras se viene casi hasta donde estoy, para hozar en unos montones de tierra. Está tan cerca, que con el cuatrocientos milímetros no la puedo sacar entera. Se queda un buen rato por la zona, y luego, sin dejar de hozar, se va con la otra jabalina y los rayones a otro valle...




Ahora, en los prados soleados y zonas fértiles húmedas, numerosas herbáceas empiezan a lucir sus elegantes flores... En la fotografía vemos las flores de una linaria amatista.




El día no termina de definirse... Ha caído un ligero chaparrón, que me ha tenido media hora debajo de una encina. Ahora que apenas llueve, me marcho entre las encinas y los arbustos de la dehesa, para ver otra zona que hace unos años que no visito. 


lunes, 6 de abril de 2015

EL RISCO DE LAS CUEVAS DE PERALES DE TAJUÑA.


En La Comunidad de Madrid existen varios asentamientos prehistóricos, donde habitaron los primeros pobladores del centro de la península. Hoy vamos a hacer un recorrido por uno que se localiza en los cortados de yeso que caen a la vega del Río Tajuña, dentro del término municipal de Perales de Tajuña.




El Río Tajuña transcurre en la mayoría de sus tramos cerca de grandes cortados de yeso. En este valle se han asentado varias civilizaciones a lo largo de la historia, que han transformado considerablemente el hábitat y el paisaje.




Cerca del río, observo a dos corzas pastando la verde hierba de un erial. Al verme, desaparecen entre los álamos del río.




En algunos tramos del río hay pequeñas manchas de álamos y sauces, donde también crecen zarzas, espinos blancos y saucos. En estas pequeñas manchas habita la fauna de la zona.




Desde el río vemos uno de los asentamientos que hay en la zona. Es de origen carpetano, aunque se han encontrado restos más antiguos, que demuestran que el hombre ya habitó por aquí anteriormente.




Subiendo por la ladera hacia las casas-cuevas, podemos ver la naturaleza del terreno, donde apenas hay vegetación y pasto...




En estos cortados semidesérticos habita una avifauna muy característica, compuesta por pájaros de vistosos colores y llamativos cantos, como el roquero azul, el roquero solitario, la collalba negra, el avión roquero, la golondrina dáurica... En la fotografía vemos a un ejemplar macho de colirrojo tizón.




Cada casa-cueva está construida con una forma diferente. No hay dos iguales. Esta tiene una columna en el centro de la habitación.




El influjo que han tenido las civilizaciones que se han asentado aquí a lo largo de la historia, ha sido muy duradero, persistente y agresivo, cambiando el ecosistema y el clima de la zona. Ha pasado de ser un ecosistema mediterráneo, compuesto por pinos carrascos, encinas, quejigos y coscojas, a ser un ecosistema subdesértico, poblado principalmente de espartos, tomillos, romeros... con coscojas, encinas y pinos carrascos dispersos.




El mamífero más abundante en estos cerros, pequeños valles y la vega, es el conejo de monte. Alrededor de él vive una comunidad de pequeños carnívoros muy interesante, como es el zorro, el tejón, la garduña, la gineta y la comadreja.




Sobre los suelos de yesos, cubiertos por líquenes, con las lluvias de la primavera florecen herbáceas con flores muy llamativas.




Recubiertas por musgos y líquenes diversos, se muestran las grandes rocas de yeso. En muchas se pueden ver curiosas formas de cristales de yeso.




En otra zona de los riscos se localiza otro asentamiento, datado en la misma época que el anterior. En la imagen podemos ver como la erosión ha hecho desaparecer algunas casas-cuevas, o parte de ellas.




La mayoría de estas viviendas están construidas a varios metros de suelo, por lo que se entiende que para llegar a ellas, tenían que subir por escaleras de cuerdas.




Mientras subo por la ladera hacia una de las viviendas, observo a un macho del roquero solitario. Está marcando su territorio con el canto.




Dentro de la vivienda, la temperatura es fresca en verano y cálida en invierno... Desde ellas observaban perfectamente todo lo que ocurría en el valle... Dos mil años después, la situación ambiental del valle del Tajuña ha cambiado mucho... Sus riberas se talaron hace siglos, para convertirse en una de las huertas más importante y próspera de Madrid.




El Río Tajuña está regulado por un complejo de acequias y canales, para el riego de las huertas que hay en su vega. En sus orillas crece un estrecho bosque de galería.




En estas zonas no faltan las grajillas. Son córvidos que tienen una alimentación variada a lo largo del año. Crían en colonias, generalmente en los agujeros de los riscos.




De estos riscos y colinas yesíferas, han salido muchísimas toneladas de yeso para la construcción. Para su elaboración se han quemado muchas toneladas de leña de encinas, quejigos, pinos y coscojas.
Han sido dos mil años muy intensos, que han hipotecado el paisaje y el clima de la zona para un futuro largo...




Donde el suelo y el microclima lo permiten, podemos ver grandes matas de coscoja, que muy lentamente se van recuperando y van colonizando algunas zonas. Van venciendo a un clima que ya no les es favorable, y colonizando un suelo que ya apenas existe, pues la erosión se lo llevó hace mucho tiempo.




Desde la entrada de una cueva, por la que ha pasado el hombre en varias etapas de su evolución, observo los riscos y el valle del Río Tajuña... Y pienso como sería la zona, cuando se asentaron aquí las primeras civilizaciones "modernas", hace unos cuatro mil años...