google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: agosto 2015

jueves, 20 de agosto de 2015

UN PUNTO DE VIDA EN EL MONTE MEDITERRÁNEO...


Entrado el mes de agosto, la vida en los montes mediterráneos del centro de la Península Ibérica es extrema. El calor es agobiante durante la mayor parte del día. Sólo refresca en las primeras horas y en las previas a la noche. El 99% de los arroyos no llevan agua, y los escasos ríos van muy mermados. Sólo vamos a encontrar agua en aquellos puntos donde existe un acuífero importante, que drena sus aguas a una fuente o un manantial. Estas fuentes y manantiales que aguanta durante toda la estación seca, son los principales protagonistas que van a hacer posible que la fauna autóctona y la que va de paso, puedan vivir en los montes mediterráneos.




Con las primeras luces del día me voy en busca del lugar... Son las 7´5 de la maña y la temperatura ronda ya los 20ºC.




El arroyo por el que transito, este año ha corrido muy poco, sólo unos días. Lleva seco desde el mes de mayo. Los fresnos que le acompañan notan la sequía que impera en el ambiente. Si no caen las tormentas esperadas, en días empezarán a tirar las hojas.




Con la entrada de los primeros rayos del sol en el fondo del valle, llego al manantial. Aquí vamos a ver parte de la fauna que habita en el monte...




Son las 8´25. La luz todavía es escasa. Un pequeño chochín, nacido esta primavera por los alrededores, va registrando minuciosamente todos los puntos del manantial. 




Al rato llega una joven lavandera cascadeña. Un pájaro fluvial que recorre las orillas del arroyo, buscando todo tipo de insectos que viven cerca del agua. Ahora, su coto fluvial se ciñe a este pequeño punto de agua.




A estas horas de la mañana van entrando con regularidad varios pájaros. Un pequeño mosquitero se deja caer en la orilla. Se aproxima al agua y después de beber se da un baño para arreglar sus delicadas plumas.




Un pico gordo macho entra como un rayo. Se posa en una piedra y muy tranquilo se pone a beber. De vez en cuando descansa y observa el panorama...




Varios mirlos comunes, adultos y jóvenes del año, transitan por el manantial... Uno de ellos, después de beber, se da un baño para quitarse el calor y limpiar las plumas.




Muy sigiloso, el pequeño agateador común se deja caer desde el tronco de un fresno...




En una orilla, donde la tierra es negra y abundan las pequeñas plantas del arroyo, una curruca mirlona busca insectos y bebe.




Integrada en el ambiente del manantial, descubro a la vieja rana verde.




Casi inadvertido, observo a un alcaudón común bañándose en una zona arenosa. Después se sube a un sauce y termina de arreglarse las plumas...




Un elegante colirrojo real macho viene recorriendo una de las orillas, persiguiendo a las moscas y mosquitos.
Estamos en la época del año en la que se empiezan a ver pequeños pájaros muy llamativos, por sus colores y por su comportamiento.




A media mañana entra un grupo numeroso de rabilargos. Van los padres y los pollos que han nacido esta primavera. Unos beben, otros se bañan... Con la misma algarabía que llegan, se van...




Después de dar muchas vueltas por los árboles cercanos y observar la situación, la joven oropéndola se deja caer en una de las orillas...




Un jilguero llega y se posa en un fresno cerca del manantial. Observa el panorama... Cuando cree que todo va bien, se lanza a la orilla para beber.




Al rato llega un grupo de estorninos pintos y se posan en los árboles próximos. Sus cantos y sus pequeños vuelos de árbol en árbol, denotan bien su presencia. De pronto empiezan a entrar... Unos beben, otros se bañan, otros picotean la arena en busca de semillas...




Cuando la zona se queda más tranquila, entra un elegante carbonero común y se posa en uno de los palos para beber. Después se da un baño y se sube a un fresno para arreglarse las plumas.




En una zona de sombras, donde el claroscuro de la tarde ayuda a ocultarse a ciertos pájaros, descubro a un macho de escribano soteño bebiendo. Este pájaro pasa muy desapercibido en los montes donde habita.




Pasados unos minutos entra una paloma torcaz adulta. Se posa en un punto y observa. Cuando ve que todo está bien, va andando hasta una de las orillas del manantial. Mira varias veces y se inclina para beber...




Estamos en época de paso. Hoy se han visto por la zona algunos papamoscas grises y muchos papamoscas cerrojillos, como el de la fotografía. Son pájaros insectívoros muy beneficiosos, por la enorme cantidad de insectos que consumen. Ahora van en viaje migratorio hasta África tropical.




Después de observar durante dos horas la zona, y asegurarse de que no hay peligro, el joven pito real macho, nacido la primavera pasada, se deja caer en una de las orillas. Entra muy desconfiado. Bebe, mira... Cuando se tranquiliza, se mete en el agua y se da un baño largo.




El sol ya se ha metido por las laderas altas del valle. En las inmediaciones oigo pisadas sobre las hojas secas... Desde el puesto me cuesta ver de quien se trata... Cuando llega a una de las orillas la veo. Es una enorme liebre adulta, casi como un zorro de grande. Bebe tranquila, descansa, vuelve a beber... Descansa un buen rato y se va.




Después de pasar 12 horas dentro de un puesto de un metro cuadrado observando la fauna, me marcho. Por el camino observo el panorama y escucho la banda sonora del monte... Si todo se desarrolla con normalidad, en tales puntos veré al zorro y al corzo... En las peñas altas, donde crían algunos años, veré al búho real... 


lunes, 10 de agosto de 2015

EL VALLE DE LAS HAYAS.


Hay un valle en La Sierra de Ayllón que nace a los pies del Pico del Lobo y desemboca en el valle alto del Río Jarama. Por este valle, cubierto por un extenso hayedo hace tiempo, entraron las hayas a las laderas de las montañas de Madrid hace unos tres mil años... Hoy vamos a visitarle y vamos a ver cual es su situación medioambiental.




El día viene fresco y con nubes. Son las 7´10 de la mañana y la temperatura ronda los 15ºC. La entrada al valle es espectacular. La ladera que sube hasta el pico Santuí está cubierta por un denso y extenso robledal.




Por un camino histórico me adentro en el robledal. El canto de los pájaros del bosque y el sonido del agua del río y de los arroyos ponen la banda sonora.




Después de dieciocho años vuelvo a caminar por el valle. Aunque es un periodo muy corto para un bosque, le veo cambiado, le veo más alto y más denso. A pesar de las sequías, observo que se está recuperando muy bien de la corta que se hizo hace unos treinta años.




En el cielo, muy alto, veo al pollo del águila real que ha nacido esta primavera. Le observo durante un rato en la zona alta del robledal, hasta que aparece uno de los padres y se va con él a otra zona del valle.
Esta pareja histórica fue filmada por el equipo de El Hombre y La Tierra en la década de los setenta. Aparece en el capítulo de El Águila Real. Según me contó Aurelio Pérez en cierta ocasión, esta pareja se alimentaba principalmente de perdiz y de zorro.




En el fondo del valle, por donde transcurre el río, se ven grandes abedules solitarios o formando pequeños grupos. En tiempos seguramente fue más abundante.




El camino pasa ahora por una zona de suelos húmedos, donde medran antiguas turberas. Aquí podemos apreciar entre los robles a grandes abedules, acebos, tejos y algunas hayas de diferentes tamaños.




En el claroscuro del monte se empiezan a ver las primeras hayas de considerable tamaño. Son los ejemplares que se salvaron de la tala que se hizo en el valle en los años cincuenta y sesenta. Se salvaron porque eran jóvenes y no servían para madera. Hoy día tienen un valor medioambiental y económico incalculable.




El ciervo volante es muy escaso en el valle. De vez en cuando se deja ver alguno y se deja fotografiar.




En las zonas de las laderas orientadas al norte, por las que bajan arroyos, van apareciendo pequeñas manchas de hayas arropadas por el robledal.




Al pasar por el arroyo me detengo unos instantes para beber y hacer unas fotografías. Estamos en un valle donde el agua se manifiesta por todas partes.




En una de las pequeñas cascadas del arroyo observo a una joven lavandera cascadeña nacida la primavera pasada. Va buscando pequeños insectos que viven en las orillas del arroyo.




En sus orillas veo pequeños helechos asociados a otros vegetales...




En esta zona del valle, por la que baja un arroyo, podemos observar entre los robles a un grupo de hayas de diferentes edades y tamaños. Tienen un verde más vivo. Ahora los robles son los árboles que las protegen del frío y del sol. Con el tiempo las hayas terminarán de expandirse, y volverán a ocupar las zonas naturales que invadió el robledal con la ayuda del hombre.




Cerca del río paso junto a un haya mediana. El ambiente es sombrío y algo oscuro, pues las nubes se mueven y cubren el sol.




Por los árboles pasa una familia de trepadores azules. Unos registran las zonas altas de los árboles, otros van cabeza abajo registrando los troncos...




Dice El Libro de La Montería de Alfonso XI, escrito en el siglo XIV,  "Que Val Carcel, y el Rabinate, y la Sauca, y la umbría del Poyo es todo un monte; y es muy Real de oso en verano, y hay muy buenos jabalíes en todo tiempo..." Gracias a estos documentos históricos, sabemos más o menos como podía ser este valle y la fauna que lo habitaba hace setecientos años.




Metido en la cabecera de un arroyo cubierto por espesos brezos, llego a una zona donde las hayas predominan entre los robles y los variados árboles atlánticos.




Un pequeño petirrojo, con la pluma casi mudada, recorre el suelo del monte buscando semillas y pequeños insectos.




En la otra ladera del valle, donde el sol incide más, predominan robles y otro tipo de árboles caducifolios.




Ahora me detengo unos instantes para descansar, ver el panorama y observar el buen ejemplar de tejo que tengo delante.




En un charco del arroyo observo a un joven mirlo darse un baño. Aunque hay cierta distancia, es bastante confiado. Posiblemente es la primera vez que ve a un ser humano.




Por el arroyo veo grandes sauces de montaña muy viejos. Ejemplares que no se cortaron en tiempos por no tener valía su madera. Estos árboles proporcionaron un microclima y un hábitat ideal en su día, para que las hayas, acebos, tejos y helechos pudieran seguir aquí.




Desde la orilla del arroyo camino por una pequeña mancha de hayas casi pura...
Ahora, por mucho que se estudien los hayedos del Sistema Central, jamás sabremos como eran realmente este tipo de bosques. Dos mil años incidiendo en los bosques de La Península Ibérica, lo hacen imposible.




Posado en una rama seca observo a un pinzón común macho cantando. Este elegante pájaro, muy abundante en los bosques atlánticos, pasa casi toda su vida en el valle.




Llegamos a la cabecera alta del valle. El monte tiene un verde más intenso. Si nos fijamos bien en el bosque, veremos por sus tonos que los árboles son variados.




Las nubes casi han cubierto el cielo del valle, dejando al bosque sin apenas luz. Los truenos cada vez suenan más cerca y con más intensidad... De pronto se pone a llover. Bajo esta haya me detengo unos instantes, hasta que cesa el chubasco.




Cerca, posado en el tronco de un sauce, veo a un joven pito real nacido la primavera pasada. Él también espera el cese de la lluvia...




Los truenos no cesan... En el cielo se abren las nubes por el momento. El día que está transcurriendo en el valle es un día normal de verano, dentro de la meteorología que impera en las montañas del Sistema Central de la zona.




En un pequeño bosquete donde las hayas predominan, me paro para descansar y observar las formas del haya que tengo delante... Es un ejemplar que pasa de los doscientos años, que nunca ha sido intervenida por la mano del hombre. Posiblemente tiene esta ramificación tan curiosa, debido a las grandes nevadas que han caído en la zona en las décadas anteriores.




Un mito, uno de los pájaros más pequeños de estos montes, se retoca las plumas después de la lluvia...




En esta zona del valle encontramos pequeños grupos de álamos temblones, otra variedad de árbol caducifolio muy unido a los cursos de agua.




Por el monte, de cuando en cuando, aparecen grandes robles melojos y albares de considerables troncos.




El hacha y la sierra también pasaron por aquí en otras épocas. Cuando parecía que los bosques no se iban a terminar nunca... Y la mejor forma de mejorarlos era explotándolos.




Un carbonero macho de elegante corbata, se detiene unos instantes en la rama de un sauce del arroyo. Después desaparece entre los robles del monte.




El sol de la tarde se cuela entre las nubes y las altas cumbres de las montañas. Sus rayos enciende las verdes hojas de un serbal de cazadores.




Antiguas construcciones rústicas, típicas de la zona, con varios siglos de antigüedad, todavía aguantan el paso del tiempo y del abandono.




Alrededor de la construcción crecen algunos manzanos. Hasta mediados de septiembre las manzanas no estarán maduras. Sólo los habitantes de la zona: mirlos, carboneros, herrerillos, currucas, arrendajos, garduñas... las consumirán.




Por los rosales silvestres de la orilla del río pasa un elegante herrerillo capuchino con su familia. Con ellos van algunos carboneros y herrerillos comunes.




Las nubes vuelven a cubrir el cielo del valle... Durante todo el día no he visto ni un alma. Aquí los teléfonos móviles no sirven para nada, y los últimos caminos que quedan son de ida y vuelta.




Por una ladera en la que habitan grandes robles melojos y albares, me voy buscando El Río Jarama... Pensando en volver una primavera o un otoño próximo, antes de que se pasen otros dieciocho años.